
Por Ulises Rodriguez
Medio: Infobae - Buenos Aires - Argentina
Quijote Fusilado: Autor: Nicolás Masciotro . director: Horacio Rafart. Intérpretes: Guillermo Ale - Nicolás Masciotro. Escenografía y vestuario: La Cuarta Pared Argentina. . Teatro El Estudio . Duración 65 minutos. Viernes, sábados y domingo 21:00hs.
No constituye una novedad que La Cuarta Pared establezca una calidad dramática profunda, e histórica y que su obra teatral, iniciada hace veinticinco años, se distinga por la carácter de sus puestas en escena. Pero es verdad también que, desde hace varios años sus propias obras comenzaron a ascender en espesor poético, desde el momento que tomaron sus propias palabras y su manera lacaniana de montar sus propias piezas (para girar por el mundo) les configuró su esencia particular. Y es gracias a ello que ha logrado redondear una voz dramática de singulares características, distinta a cualquier otra que se pueda registrar en la escena teatral. Logrando de esa manera una voz propia.
Con Quijote Fusilado este proceso se ratifica plenamente y supera todas las cotas estéticas previas. Definido como un “revisionismo clásico” por su propio creador, esta obra introduce una nueva mirada sobre el Quijote de la Mancha, pero en este caso con una adaptación apolínea, contemporánea en la historia argentina. Apoyándose en distintas investigaciones de la última dictadura militar, Nicolás Masciotro (el autor) toma una idea central de esas fuentes: Los fusilamientos del año 55 realizados por La revolución libertadora (descritos ya por Rodolfo Walsh en Operación Masacre), pasando por la idea de la guerra Civil española para familiarizarlo con Cervantes , para terminar en la última dictadura del año 1976 que sufrió Argentina.
La primera operación que hace La Cuarta Pared es trasladar el personaje de Cervantes a la época más combativa de Argentina. Por ciertas referencias, nunca explicitadas, se supone que la historia transcurre allá por la década del setenta del siglo anterior. Ambos personajes, encarnan el Quijote y establecen como un mecanismo de duplicidad a la hora de los parlamentos ideológicos. Y es ahí donde también se muestra la ambivalencias y los puntos antagónicos en estos dos quijotes. De esta manera la historia presenta esta particularidad, dos quijotes sobre el escenario alterando la obra de Cervantes. EL contrapeso de la historia la establecen los personajes ensamblados en el escenario. "La ausencia de Sancho nos puso en la gran dicotomía de cuantas personas conviven dentro de la cabeza de Quijote", sostiene uno de los actores. Y así de esta forma ambos personajes, van atravesando el comienzo de la obra, cabalgando, releyendo libros. Ambos cuestionando su pasado, su historia. Hasta que surge entre ellos la gran pregunta: "·¿el porqué luchar? ¿Para qué seguir en una guerra muchas veces absurda?
De ese modo empieza y se desenvuelve la historia de ese enfrentamiento de opuestos que son los Quijotes - con un parlamento idealista y romántico por momentos, establecen un punto de racionalidad a la historia de la violencia armada. Y es ahí en pleno cuestionamiento que se produce el primer y brillante quiebre de la obra. Ambos personajes - ambos quijotes- se desdoblan e irrumpe sobre el escenario un torturador y un sacerdote. Ambos personajes parecen venir de otra historia y otro mundo . El torturador con un discurso férreo y duro increpa al sacerdote. Y así mediante diálogos precisos y lacónicos estos personajes muestran el primer conflicto que luego dará el desenlace a la obra. Un conflicto ideológico. Dos posiciones encontradas, dos miradas de ver el mundo y de entender la patria. Mientras el torturador dice creer en sus ideas de país, de orden, de corrección institucional, el sacerdote cree que las ideas del hombre nuevo modificaran al mundo. Este hombre clerical piensa que la pelea del mundo y por una sociedad más justa se logrará con una justicia humana y divina para llegar a esa revolución necesaria. Nada más alejado quizás de nuestra historia actual, de los nuevos y viejos antagonismos históricos. Lo que más sorprende en este transcurrir es el dramatismo que establecen los personajes. La manera real de afrontar los cambios escénicos con una sutileza entrañable. El espectador cambiará de escenario dramático sin intuir los roles, fluirá por la historia sin alteraciones. Y es aquí donde se ve claramente el sello característico de La Cuarta Pared. Jugando con un escenario vacío deja librado a la actuación toda la puesta escénica. Y así logra un climax dramático preciso .
Luego la historia vuelve a su punto de inicio, los quijotes irrumpen nuevamente pero ahora metido en una pelea sangrienta, en un enfrentamiento armado, donde el campo de batallas se llena de muertos y de sangre. Hasta que irrumpe uno de los quijotes con un monólogo descriptivo, una suerte de manifiesto con múltiples acentos. Y la escena termina así con con un descomunal alegato que eriza literalmente la piel.
Contada así, la historia “de manera fraccionada" podría parecer solo una inteligente actualización de la obra de Cervantes , el recuerdo traído al presente de algunas historias quijotescas , pero la puesta teatral crece a medida que la historia se va desarrollando en el escenario. Los quijotes a partir de sus conductas comienzan a construir una pelea simbólica como modelo en su relación con la manera de ver el mundo y que terminará finalmente en este camino hacia el abismo o la derrota que es hoy la sociedad contemporánea: una realidad donde no solo el propio medio social está amenazado por los sistemas gubernamentales , sino la vida de millones de personas que a diario son privadas por la injusticia distributiva –aquel mal señalado a lo largo de la obra y de la historia, y particularmente ligado a la desigual social.
Pero, obviamente, el espectáculo como representación recreada del texto, es mucho más que eso. En principio, "Quijote Fusilado " multiplica los sentidos en distintas direcciones y permite ver en detalle muchos otros aspectos de la cultura implicada en aquel impulso concentrador de poder. En dos modelos tan disimiles de patria, para empezar a preguntarse, como hacen los personajes de la obra, que mundo queremos o elegimos vivir. El poder de la obra radica en las palabras, extraerle a cada una de ellas resonancias inesperadas, convertirlas en metáforas en miniatura que en contacto con el aire desparraman sobre la imaginación del espectador infinitos fuegos reveladores, haciéndolo reír pero al mismo tiempo iluminándole las dormidas y oscuras capas que forman la identidad o el ser de esos vocablos, todo eso Nicolás Masciotro el autor, lo transforma en una verdadera riqueza para el público, en una maratón de sensaciones extraordinarias que uno desearía no se termine nunca , pero que la sabiduría aristotélica sabe que debe ponerle fin.
Y lo pone en el momento adecuado, porque, cuando las últimas estribaciones del aliento retórico parece que tocan a su fin, hay como un último resuello que toma el autor y lo lanza como un compacto golpe de luz sobre la platea con el fin de repasar algunas de las interminables miserias con que el hombre afronta en una guerra. Entre ellas el poder institucional. De esta manera el torturador bajo el poder militar y en el nombre de la patria fusila al sacerdote. Y de esa manera empieza a cerrarse la paradoja. Un muerto, un perdedor y un ganador viviente para contar el final de la historia. Porque la historia en este país siempre la contaron los que han ganado. Las revoluciones han perdido el sentido dice en unos de los parlamentos uno de los quijotes. Y así se llega al final de la obra.
Se desata el misterio y el desenlace, ambos quijotes entregan sus armas, como una suerte de alegato bretchiano, como para dejar claro que posición toman los personajes. Desarrollan su postura ante la guerra, ante la desaparición, y también en esos momentos finales la reflexión sobre nuestras responsabilidades se hace imprescindible.
Habrá que destacar por último el peso fundamental, decisivo, en la magnífica hechura de esta obra la tienen los dos actores que trabajan en ella, que están realmente excepcionales en su labor. Los dos rayan en lo magistral, pero lo de Masciotro es de esas actuaciones que son difíciles de borrarse de la memoria. El marco escenográfico, trabajado sobre el contraste de luces y sombras, y emplazado entre dos telones que están a medio abrir y sugieren siempre la presencia de otras cosas tras bambalinas, está concebido en plena armonía con un concepto de dirección que es despojado y enfatiza sobre todo el valor de la palabra y de la interpretación.